La crisis ideológica del capitalismo occidental
Joseph Stiglitz
Tan
sólo unos años atrás, una poderosa ideología –la creencia en los
mercados libres y sin restricciones– llevó al mundo al borde de la
ruina. Incluso en sus días de apogeo, desde principios de los años 80
hasta el año 2007, el capitalismo desrregulado al estilo estadounidense
trajo mayor bienestar material sólo para los más ricos en el país más
rico del mundo. De hecho, a lo largo de los 30 años de ascenso de esta
ideología, la mayoría de los estadounidenses vieron que sus ingresos declinaban o se estancaban año tras año.
Es más, el crecimiento de la producción
en los Estados Unidos no fue económicamente sostenible. Con tanto del
ingreso nacional de los EEUU yendo destinado para tan pocos, el
crecimiento sólo podía continuar a través del consumo financiado por una
creciente acumulación de la deuda.
Yo estaba entre aquellos que esperaban
que, de alguna manera, la crisis financiera pudiera enseñar a los
estadounidenses (y a otros) una lección acerca de la necesidad de mayor
igualdad, una regulación más fuerte y mejor equilibrio entre el mercado y
el gobierno. Desgraciadamente, ese no ha sido el caso. Al contrario, un
resurgimiento de la economía de la derecha, impulsado, como siempre,
por ideologías e intereses especiales, una vez más amenaza a la economía
mundial –o al menos a las economías de Europa y América, donde estas
ideas continúan floreciendo.
En los EEUU, este resurgimiento de la
derecha, cuyos partidarios, evidentemente, pretenden derogar las leyes
básicas de las matemáticas y la economía, amenaza con obligar a una
moratoria de la deuda nacional. Si el Congreso ordena gastos que superan
a los ingresos, habrá un déficit, y ese déficit debe ser financiado. En
vez de equilibrar cuidadosamente los beneficios de cada programa de
gasto público con los costos de aumentar los impuestos para financiar
dichos beneficios, la derecha busca utilizar un pesado martillo –no
permitir que la deuda nacional se incremente, lo que fuerza a los gastos
a limitarse a los impuestos.
Esto deja abierta la interrogante sobre
qué gastos obtienen prioridad –y si los gastos para pagar intereses
sobre la deuda nacional no la obtienen, una moratoria es inevitable.
Además, recortar los gastos ahora, en medio de una crisis en curso
provocada por la ideología de libre mercado, simple e inevitablemente
sólo prolongaría la recesión.
Hace una década, en medio de un auge
económico, los EEUU enfrentaba un superávit tan grande que amenazó con
eliminar la deuda nacional. Incosteables reducciones de impuestos y
guerras, una recesión importante y crecientes costos de atención de
salud –impulsados en parte por el compromiso de la administración de
George W. Bush de otorgar a las compañías farmacéuticas rienda suelta en
la fijación de precios, incluso con dinero del gobierno en juego–
rápidamente transformaron un enorme superávit en déficits récord en
tiempos de paz.
Los remedios para el déficit de EEUU
surgen inmediatamente de este diagnóstico: se debe poner a los Estados
Unidos a trabajar mediante el estímulo de la economía; se debe poner fin
a las guerras sin sentido; controlar los costos militares y de drogas; y
aumentar impuestos, al menos a los más ricos. Pero, la derecha no
quiere saber nada de esto, y en lugar de ello, está presionando para
obtener aún más reducciones de impuestos para las corporaciones y los
ricos, junto con los recortes de gastos en inversiones y protección
social que ponen el futuro de la economía de los EEUU en peligro y que
destruyen lo que queda del contrato social. Mientras tanto, el sector
financiero de EEUU ha estado presionando fuertemente para liberarse de
las regulaciones, de modo que pueda volver a sus anteriores formas
desastrosas y despreocupadas de proceder.
Pero las cosas están un poco mejor en Europa. Mientras Grecia
y otros países enfrentan crisis, la medicina en boga consiste
simplemente en paquetes de austeridad y privatización desgastados por el
tiempo, los cuales meramente dejarán a los países que los adoptan más
pobres y vulnerables. Esta medicina fracasó en el Este de Asia, América
Latina, y en otros lugares, y fracasará también en Europa en esta ronda.
De hecho, ya ha fracasado en Irlanda, Letonia y Grecia.
Hay una alternativa: una estrategia de crecimiento económico apoyada por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional.
El crecimiento restauraría la confianza
de que Grecia podría reembolsar sus deudas, haciendo que las tasas de
interés bajen y dejando más espacio fiscal para más inversiones que
propicien el crecimiento. El crecimiento por sí mismo aumenta los
ingresos por impuestos y reduce la necesidad de gastos sociales, como
ser las prestaciones de desempleo. Además, la confianza que esto
engendra conduce aún a más crecimiento.
Lamentablemente, los mercados financieros
y los economistas de derecha han entendido el problema exactamente al
revés: ellos creen que la austeridad produce confianza, y que la
confianza produce crecimiento. Pero la austeridad socava el crecimiento,
empeorando la situación fiscal del gobierno, o al menos produciendo
menos mejoras que las prometidas por los promotores de la austeridad. En
ambos casos, se socava la confianza y una espiral descendente se pone
en marcha.
¿Realmente necesitamos otro experimento
costoso con ideas que han fracasado repetidamente? No deberíamos, y sin
embargo, parece cada vez más que vamos a tener que soportar otro. Un
fracaso en Europa o en Estados Unidos para volver al crecimiento sólido
sería malo para la economía mundial. Un fracaso en ambos lugares sería
desastroso –incluso si los principales países emergentes hubieran
logrado un crecimiento auto-sostenible. Lamentablemente, a menos que
prevalezcan las mentes sabias, este es el camino al cual el mundo se
dirige. (Tomado de Project Syndicate, traducido en Globedia)
*El autor es profesor de la Universidad de Columbia, Premio Nobel de Economía y autor de “Freefall: Free Markets and the Sinking of the Global Economy”.
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